Por Gustavo Ywanaga Reh* gywanaga@gmail.com
Los
temas de defensa nacional** siempre se han asociado al
aprovisionamiento de armamento. Muchos piensan que estos acápites sólo
pueden ser medidos y comparados por la cantidad de tanques, barcos o
aviones. El que tiene más, es el que saldrá victorioso en una guerra. La
Defensa Nacional es todo un sistema donde el último componente en
jerarquía, paradójicamente, es el tema de equipamiento. Aquí podríamos
emplear una máxima que involucra lo mencionado. “Si piensas primero y
adquieres después, adquieres sabiamente. Si compras primero y piensas
luego, adquieres estúpidamente.” Esto encuentra su justificación en que
se debe planificar todo el espectro de cosas que involucra a la defensa.
Tan es así, que el proceso de planificación de las políticas nacionales
implica a la defensa y al desarrollo. La planificación de la defensa
debe estar en conformidad con los medios y estar de acuerdo a la
realidad nacional, manteniendo una “lógica” con el contexto
internacional.
Las
políticas de defensa, que son la puesta en práctica de los planes de
defensa, están diseñadas sobre la base de las “posibles” amenazas sean
internas o externas al Estado. Esta política de defensa incluye a los
medios necesarios para su aplicación, es decir los requerimientos
tangibles y no tangibles,todos ellos involucrando al trinomio hombre,
equipo y conocimiento.
Es
necesario mencionar un aspecto vital para la defensa en relación al
párrafo anterior. ¿Qué pasa cuando las “personas” que tienen la
responsabilidad de dirigir las políticas de defensa creen en la “no
existencia” de amenazas? Simplemente todo sale mal. Un funcionario que
no considera la probabilidad de guerra futura, sub-conscientemente se
reafirma que la falta de medios no es importante para defensa, por lo
que en sí no son necesarios. Después de todo, si su hipótesis es “la no
existencia” de conflictos futuros, ¿cuál es el apuro y la necesidad de
adquirir dichos medios?
Nunca
se deberá permitir este tipo de concepciones (probabilidad de
conflicto=cero o Amenazas de otros Estados=cero) en los altos mandos
militares y civiles que dirigen la política de defensa del país, de lo
contrario se repetirían las trágicas experiencias pasadas. Las amenazas
siempre se manifestarán cuando un Estado es débil, muy al margen del
crecimiento de su PBI. Es decir si un país quiere ser viable a futuro
debe preocuparse en la defensa nacional tan igual como en su
desarrollo.
La
Constitución Política del Perú, en su artículo 163.º menciona que: “El
Estado garantiza la seguridad de la Nación mediante el Sistema de
Seguridad Nacional. La Defensa Nacional es integral y permanente. Se
desarrolla en los ámbitos interno y externo. Toda persona, natural o
jurídica, está obligada a participar en la Defensa Nacional.”
Por
otro lado el artículo 3 de la ley N°27860, menciona la finalidad del
Ministerio de Defensa: “… es el órgano especializado del Poder
Ejecutivo encargado de formular, ejecutar y supervisar la política de
Defensa Nacional en el campo militar, así como de diseñar, planificar y
coordinar la política de Defensa Nacional en los campos no militares.
Asimismo, está encargado de formular y difundir la doctrina de Seguridad
y Defensa Nacional y asesorar, planificar y coordinar las acciones que
en esta materia realicen los órganos que integran el Consejo de Defensa
Nacional.”
El
Estado está obligado a generar una situación de seguridad a su
población, delegando esta función de manera constitucional a las FFAA
enmarcadas en el Ministerio de Defensa.
La
situación de la operatividad de la defensa nacional no sólo se mejora
con la adquisición de determinados medios físicos, sino también con el
entrenamiento y práctica en el manejo de los mismos. La operatividad
está en función de la sumatoria de los recursos físicos, humanos y
cognitivos.
Operatividad,f(∑[Recursos]):
ü Recursos físicos = Armas + Suministros + Repuestos + Equipos asociados
ü Recursos humanos (capacitado, entrenado y motivado) = Operadores + Abastecedores + Mantenedores y Reparadores
ü Recursos cognitivos = Doctrina (conocimiento adquirido de la investigación y experiencia)
|
Como
se puede apreciar la operatividad no sólo depende del estado o
situación de las armas sino de todos los componentes en su conjunto. Así
mismo, todos los recursos están condicionados en esencia a factores:
económicos, políticos, estratégicos y de coyuntura internacional.
Los Recursos físicos y las políticas de adquisiciones
Muchos
fabricantes ofertan productos con características muy peculiares que
incrementan los precios, pero que en la práctica estos no representan
ninguna ventaja sustancial. Ejemplo de ello lo encontramos con los
equipos que operan en condiciones NBQ (nuclear, químico o biológico). El
poseer esta ventaja en un equipo no es determinante en el contexto de
una guerra futura. Ningún Estado en Sudamérica posee armas nucleares,
químicas o biológicas, por lo que asumir un costo adicional en
protecciones innecesarias es tirar el dinero.
Los
tanques T-55 venían con pinturas especiales de protección nuclear que
podían mantener seguros a los tripulantes de las mortales radiaciones en
ambientes contaminados, y esto en efecto era una de las cosas que más
“orgullo” producían. Pero ¿en que contexto el Perú podía operar en
ambientes con contaminación nuclear? ¡Cuanto adicionaba este factor al
precio final del vehículo!
Así
mismo, otros materiales del arsenal “poseían” virtudes de poder admitir
cargas NBQ, lo cual no es un desmedro en las capacidades del equipo
pero tampoco es una “ventaja” de importancia, por lo que estar
“orgulloso” de esa ventaja y no de las reales ventajas comparativas en
un escenario regional, es caer en “absurdos subjetivos”.
En
cierta ocasión alguien comentó, en referencia a alguna antigua
conversación, entre un fabricante de armamento europeo y algún miembro
de una comitiva nacional: “...Ustedes nunca saben lo que quieren, son
uno de los pocos países que piden ver todo el “muestrario” y nada
tienen en mente, mientras otros vienen a decirnos directamente lo que
quieren y para que así podemos asesorarlos y estos sacan un gran
provecho a su compra…”.
No
es secreto el historial de compras militares manchadas por la
corrupción. Muchas de ellas llegaron hasta los tribunales, por
diferentes vías y con desalentadores resultados. Cuando la corrupción
merma el criterio técnico en una adquisición, la defensa del país se ve
en grave situación. Por ejemplo comprar un avión y por separado comprar
los aditamentos “básicos” como cascos, trajes, cañones, etc. implica
muchos procesos de compra, muchos sobreprecios y muchas comisiones. Si
bien es cierto este tipo de delitos no es exclusividad de nuestro país,
la reiterada percepción y posterior denuncia de estas acciones, han
llevado, probablemente, a una situación “política” de: si se compra mal,
mejor no comprar y si antes compraban los militares, ahora que lo hagan
los civiles.
Pensamiento
equivocado que demostraría la incapacidad de resolver un problema
demasiado arraigado en todo el aparato estatal, como lo evidencian las
fallidas compras en otros sectores del Estado. Los directores de la
política de defensa deben delegar a sus verdaderos “usuarios” la
capacidad de compra, la cual de manera transparente debe estar
debidamente sustentada, puesto que no se comprarán camionetas a algún
distribuidor local, sino armas en algunos de los casos a proveedores
exclusivos y monopólicos. Este requerimiento inclusive puede llevar a un
nombre, marca y proveedor específico, por lo que todo el proceso de
adquisición nunca será igual a los de bienes civiles.
Cuando
se planifica una adquisición en defensa se deben observar muchos
aspectos que “nunca” deben ser obviados, mencionaremos algunos:
Å Costo/Beneficio comparativo
Å Canales de abastecimientos continuos y “no” interrumpibles en caso de conflicto
Å Facilidades de operación y mantenimiento, etc.
Å Posibilidad de intercambio tecnológico y producción local de repuestos.
Por
otro lado, el criterio máximo que prima para el empleo de las FF. AA.
es la doctrina. Si consideramos que la doctrina de defensa implica un
esquema “disuasivo–defensivo”, las adquisiciones que rompan este esquema
tirarán al tacho de la basura cualquier planificación que conduzca al
éxito en un conflicto.
Elegir
medios solo por la imitación de “si él lo tiene, yo también lo quiero”
es en parte romper lo antes mencionado. Existen equipos cuya
funcionalidad no es pensable en un esquema disuasivo defensivo. Ser
disuasivo defensivo implica alejar de la mente las operaciones tipo
blitzkrieg o guerra relámpago así como los “muy de moda” ataques
preventivos. Esta concepción doctrinaria nacional implica ir más hacia
la doctrina china o la finlandesa, las cuales se acondicionan a la
espera del enemigo, es decir “dejar entrar al territorio pero nunca
dejar salir”.
Las
doctrinas disuasivas defensivas o simplemente defensivas, se enmarcan
en las concepciones de asimetría de fuerzas, donde por la limitación de
recursos no es posible asumir ciertos “lujos”, por lo que cualquier
elemento que se incorpore debe servir para “anular” al del oponente.
Siempre será más barato un misil que un tanque, buque o avión. No se
debe entender esto como que se deberían excluir de la panoplia de la
defensa, sino más bien asumir escenarios probables realistas en que el
enemigo eventualmente cuente con una sostenida superioridad de medios,
que ocasionen una probable pérdida de la ventaja aérea, marina o
terrestre.
Un
ejemplo lo encontramos en un hipotético escenario, donde se tuviesen
que enfrentar tanques T-55 contra tanques Leopard II, la diferencia no
solo es obvia, sino que los primeros simplemente no podrían ni siquiera
acercárseles, si lo hiciesen y en una coyuntura más milagrosa que
probabilística, sus disparos no perforarían el blindaje compuesto, por
lo que solo restaría esperar estoicamente la aniquilación.
Se
podría pensar en mejorar las prestaciones del T-55, pero siempre se
asumirían sus limitantes estructurales. Adicionar un misil no tiene
sentido. Los tanques son blindados que pesan más de 40 toneladas, al
dotarlo de un misil, que en la mejor de las situaciones tecnológicas
pueda dispararse, rompe la función estratégica del vehículo, es decir
éste es un medio lento y pesado que se emplea en formación como cabeza y
fuerza de choque de otras armas (blindados e infantería), soldarle
misiles lo hace vulnerable en extremo, puesto que solamente la metralla
podría destruir el misil, con la consiguiente explosión que podría
afectar seriamente al tanque.
La
efectividad del misil en caso de empleo, es prácticamente limitada en
funciones, a diferencia de dotárselo a vehículos ligeros y por
consiguiente rápidos. El blindaje del T-55 en su coraza frontal llega a
los 100 mm de acero, débil incluso para resistir el impacto de un cohete
antitanque de infantería. Adicionarle blindaje sea de tipo metálico
angulado, compuesto o del tipo reactivo (ERA: explosive reactive
armour), lo que incrementa el peso final significativamente del vehículo
en detrimento de la movilidad, ello podría llegar a traducirse en un
vehículo con una velocidad máxima inferior a 40 km/h versus los 60 a 70
km/h de un Leopard II. Estos blindajes no garantizarían necesariamente
la supervivencia de la tripulación al “primer” disparo recibido.
Asimismo
el T-55 posee un cañón de ánima lisa de 100 mm, completamente incapaz
de atravesar la coraza del Leopard II, como se evidenció en las guerras
del Golfo Pérsico. Esta arma tiene limitaciones de disparo con el
vehículo en marcha, por lo que debe estar detenido para los disparos. No
posee sistema computarizado de tiro ni estabilizadores, ni colimadores.
Como única tecnología cuenta con un extractor de humos y medios
optrónicos no digitales. Si comparamos el cañón de su adversario de 120
mm estabilizado para tiro en movimiento así como completamente
computarizado, con colimadores y con capacidad de tiro nocturno, las
desventajas son obvias.
Existe
en el mercado un paquete de mejoras al T-55 creado por los rusos, el
cual involucra al misil Bastión. Este es un misil disparado desde el
cañón, guiado por un sistema de puntería laser. Sin embargo la
perforación de blindaje es de 850 mm, demasiado escasa para atravesar el
blindaje compuesto del Leopard II. (Aunque vale mencionar que no
existen evidencias de empleo de este tipo de misil contra algún tanque
de última generación en combate, que posea el blindaje estratificado de
tipo Chobham).
Si
se busca adquirir un modelo más moderno como el T-72, los resultados
son prácticamente los mismos. Este tanque aunque posee un cañón de 125
mm, mejor blindaje y equipos más sofisticados, no garantiza la
supervivencia en combate, asumiendo las experiencias en combate entre
carros de la generación del Leopard II (M-1 Abrahams norteamericano o el
Challenger británico) enfrentados con los T-72 iraquíes, los últimos
corrieron igual suerte que los T-55.
El
adquirir un gran parque de T-55 hace tres décadas fue una ventaja muy
grande para esa época y prácticamente era incontestable, sin embargo hoy
en día se cambiaron los papeles. En su momento este fue un gran tanque
pero ante el cambio doctrinal de uso de ataque a defensa, se debe
replantear su uso en la doctrina. Se pueden obtener mejores resultados
con medios más económicos, basados en misiles termobáricos para
infantería, blindados ligeros o vehículos de reconocimiento así como en
plataformas aéreas (aviones como el Su-25 o helicópteros), los que
siempre garantizarían mejores resultados que con los tanques.
Otro
ejemplo con respecto a las mejoras en los sistemas de armas lo tenemos
en el avión MIG-29. Los rusos vienen ofertando un paquete de mejoras
dentro de las cuales está la capacidad de aprovisionamiento en vuelo. De
llegar a pensar en implementarse esta mejora al avión, valdría la pena
hacer esta pregunta: ¿tenemos aviones cisterna? La respuesta es
negativa, solo en caso de presupuestarse la adquisición de un avión
cisterna “operativo” sí sería una mejora. Si no hay planes (ni recursos
económicos para la compra de un avión cisterna) entonces ¿para qué
necesitaríamos invertir en este tipo mejora? Como se ve, un aspecto
puede hacer de una compra algo muy útil o simplemente tirar el dinero
destinado a la defensa, salvo que se piense en la “seguridad
cooperativa”, entonces sí serían útiles pero para el aliado hegemónico.
Recordemos que las pequeñas cosas “innecesarias” que se adquieren van
sumando “millones”, y justamente millones son los que se necesitan para
operativizar muchos medios.
La
situación más favorable en el equipamiento de recursos físicos para la
defensa es la capacidad de autoabastecerse. El Estado debe procurar el
flujo continuo de armas, suministros, repuestos y equipos asociados en
caso de conflicto.
Cuando
la situación externa del Estado se torna algo “tensa” los precios suben
y los suministros se cortan, siendo muy difícil aprovisionarse de
medios y solo tiene ventaja el Estado que produce sus propios recursos
físicos. Los lineamientos de la política de defensa deben incluir en el
tópico correspondiente a los medios de defensa, el desarrollo de una
industria nacional.
Pero
esto no es nuevo, el período del 70 al 80 esto se hacía, no a un 100%
pero algunos pasos se dieron, fabricación de sub-fusiles y fragatas
clase Lupo, minas, granadas y munición de diversos calibres, inclusive
para armamento de origen soviético. ¿Qué pasó? Pareciera que algunos
gobiernos cayeron ante algunos asesores que pidieron eliminar estas
capacidades. Las industrias fueron “arrasadas” y solo quedaron en el
orgullo del recuerdo. Hace algunos meses el jefe de Estado, pidió al
parecer en un acto más formal que sincero (esperemos que no), recuperar
las capacidades del SIMA y FAME. Existe una verdadera comprensión de lo
que significa “independencia” en defensa. El vecino del sur se ha
enfrascado en los últimos 30 años en una carrera de producción que hoy
en día solo es superada por México y Brasil en Latinoamérica.
Las
capacidades de producción, desde el punto de vista de tecnología son
muy altas, existen mejores condiciones para desarrollar industrialmente
la defensa que hace 20 años sin embargo las políticas de los gobernantes
cada vez son más desfavorables.
Como
ejemplo en el rubro de munición mencionaremos que un soldado tiene como
dotación 300 proyectiles de fusil, aproximadamente (de 10 a 15
cargadores, dependiendo del calibre), los cuales le permitirán un tiempo
de fuego en combate de 20 a 30 minutos (cálculo aproximado si se hace
una estricta disciplina de fuego), es decir en una hora de combate habrá
quemado 600 proyectiles. Es decir mil soldados requieren 600 mil
proyectiles para aguantar 1 hora de fuego, en un hipotético escenario,
continuando 10 mil soldados necesitarían 6 millones para las mismas
condiciones de tiempo de fuego. No se puede calcular el tiempo de horas
de fuego de un conflicto, el cual podría ser de 10 ó mil horas. En
cualquiera de los casos hablaríamos de 60 a 6000 millones de
proyectiles, por cada mil hombres en combate. Si el Estado no produce su
propia munición ¿cuánto tiempo tendría hasta agotar sus “reservas”? De
igual modo podríamos establecer la analogía para la munición de
artillería, bombas, cohetes de RPG, etc.
Otro
componente importante ligado al “no desarrollo” industrial en defensa,
viene asociado a la corrupción. Para muchos es preferible comprar,
simplemente por la cantidad de comisiones “no rastreables” que se
presentan. Si el Estado fabrica sus propias armas ¿qué comisión se podrá
recibir? Aquí radica un punto neurálgico de todo este tema, por lo que
debemos sopesar beneficios personales con los beneficios nacionales.
Lógicamente a los comisionistas tanto de las FF.AA como civiles, este
desarrollo siempre será un estorbo, por lo que las operaciones para anular cualquier intento de industrializar la precaria defensa no se han dejado ni se dejarán esperar.
Si
el Estado se abastece de lo mínimo con industria propia, por lo menos
la capacidad de seguir luchando podría sostenerse en el tiempo, de lo
contrario los únicos que podrían abastecer al país son: Brasil, Bolivia,
Colombia, Ecuador o Chile, o prestarse a servir de tránsito para
equipamiento. Saque sus conclusiones.
(Una
explicación in extenso la puede encontrar en el artículo “Desarrollo de
la industria militar en el Perú”, del autor. Publicada en:
Pro-intellectum. Ed.Nº 2-Año 2, p.10–14).
Recursos humanos
De
igual modo el recurso humano requiere la mayor de las atenciones, en la
defensa participa personal civil y militar. Este último encargado
directamente en las operaciones. Aquí mencionaremos al personal oficial,
técnico y sub-oficial y a la tropa.
Los
cuadros de oficiales de las tres armas (marina, aviación y ejército) se
forman en las escuelas de oficiales y continúan sus procesos formativos
en las escuelas superiores de guerra. Esta preparación va en los
aspectos físicos y académicos. La importancia de la homologación del
grado con el equivalente universitario ha debido darse hace mucho
tiempo. Esto contribuirá a un mejor desempeño por motivación y seguridad
en la vida personal del oficial. Sin embargo es importante resaltar que
bajo ninguna circunstancia se deben desnaturalizar los tópicos de
enseñanza. Es preferible que un “ingeniero vea temas administrativos
antes que un administrativo se las vea con las máquinas”.
La
base fundamental de la enseñanza académica debe residir en la capacidad
de análisis e investigación desde los períodos formativos del oficial.
La metodología de la investigación científica debe ser una forma de uso
común en las tres armas. Esto va de la mano con la capacidad del
autoabastecimiento de recursos y la búsqueda de soluciones rápidas y
efectivas en campo. Si se desarrolla este espíritu de búsqueda de
soluciones, se crearía una mística de innovación y mejora continua que
afectaría sustancialmente la capacidad operativa de las fuerzas armadas.
Cuando
se habla del recurso humano, se aprecian dos aspectos muy relevantes:
la actitud y la aptitud. La preparación del personal siempre debe estar
enfocada en mantener un equilibrio de ambos aspectos, puesto que uno no
es válido sin el otro.
La
moral del personal no está en su mejor momento, gracias en gran parte, a
la persecución y humillación del personal en todos los niveles por el
tema de corrupción y derechos humanos. Las autoridades políticas deben
comprender que la supervivencia de las FF.AA. depende mucho de la
cohesión (esto no debe tomarse como complicidad), los responsables con
nombres y apellidos deben pagar sus culpas pero esto no debe afectar la
unidad militar. Si ella se resquebraja, tendremos muchos casos de
insubordinación e incumplimiento de órdenes, y lo peligroso de esto es
que suceda en una situación de conflicto. Por otro lado los temas
remunerativos y pensionales influyen en gran medida en esta moral, donde
la desmotivación, en otras palabras la actitud de la persona hace mella
en sus aptitudes.
Recordar
que el canal de la aptitud es la actitud. Podemos entrenar con los
mejores medios a los especialistas militares y sin embargo perseguirlos
injustamente y/o reducir su economía familiar, luego por más capacitados
que estén y por más mandato constitucional, ¿qué se podría esperar del
cumplimiento eficiente de las órdenes si los militares son tan humanos
como los civiles?
Por
otro lado, se debe potenciar el relacionamiento entre civiles y
militares, así como afianzar el nivel de confianza en la cadena de mando
de las unidades. El personal subalterno debe confiar en sus mandos y, a
su vez, los mandos deben responder positivamente a ello. El caudillaje
debe ser desterrado por el liderazgo como una estrategia de mejora
continua en la motivación del personal.
Vivimos
en un tiempo de múltiples y silenciosas amenazas, muchas de ellas ya
materializadas o en proceso de estarlas. Si la capacitación de los
oficiales en las concepciones doctrinales se desvía políticamente,
ejemplo el proceso clásico de “norteamericanización”, la defensa corre
grave riesgo, puesto que las percepciones se van manejando de un modo en
que “Estados amenaza” nos indiquen quienes son nuestras amenazas.
Recursos cognitivos
Los
recursos cognitivos involucran todo el espectro del conocimiento, desde
su producción hasta la constitución de un elemento doctrinario para la
defensa. En este componente interviene el conocimiento no como un acopio
de información sino como proceso continuo de asimilación del
conocimiento, transformándose en base doctrinal.
El
conocimiento es algo que muchas veces se espera que esté abiertamente
disponible. Existen concepciones equivocadas que implican la frase “todo
está dicho, para que hacer algo que otros ya lo hicieron”. Grave error.
Nada está dicho y si lo está siempre será diferente adquirir
conocimiento por medio de la investigación y análisis que por el simple
acto reflejo de “bajar” información.
La
experiencia del personal es quizás una de los activos más grande con
que cuenta la defensa, sin embargo este conocimiento se pierde con cada
baja o pase al retiro. La búsqueda de la continuidad del conocimiento en
la defensa debe ser una constante, en la cual el servicio activo de las
personas provea de información valiosa, proporcionando experiencias de
vida que son difíciles de adquirir de otros modos.
Un
especialista en mantenimiento, un oficial a cargo de un sistema de
calidad o un soldado que combate, adquieren en el curso del servicio,
experiencias que les llevaron a dos situaciones: éxito y fracaso. Ambas
son valiosas, se aprende de los errores pero se aprende más de los
éxitos. Cuando la persona se retira de la institución a la cual sirvió,
se lleva consigo un cúmulo de información constituido por estas
vivencias, que implicarán en el futuro cometer los mismos errores o
alejar posibilidades de éxito.
¿Cuántas
veces un soldado tiene la posibilidad de caminar bajo fuego sobre un
campo minado?, ¿cuántas veces un piloto tiene la experiencia de ser
atacado por misiles antiaéreos y sobrevivir? Estas son claras muestras
de muchas de las vivencias que marcaron la diferencia de regresar vivo
del frente o quedarse eternamente en el. O, por otro lado, ¿cuantas
máquinas se han reparado con escasos recursos?, ¿cuántas soluciones
creativas salieron de las mentes del personal de mantenimiento? Es
responsabilidad de los mandos encargados en crear doctrina, el acopiar
esta valiosa información y posteriormente procesarla y acondicionarla en
información oficial útil para la formación continua de cuadros
oficiales, suboficiales y técnicos así como personal de tropa.
Todos
estos recursos están íntimamente relacionados y no se puede esperar a
trabajar uno y desatender otro. La operatividad de la Defensa Nacional
no es algo que se pueda determinar con un solo factor. Que el jefe de
las FF.AA., un ministro o el mismo presidente de la República declare
demagógicamente que estamos a la altura de las “circunstancias” contra
nuestras amenazas, es algo para ilusos. Posiblemente se logre engañar a
un sector de la población nacional pero no a los servicios de
inteligencia ni del norte ni del sur, los que obviamente no son gente
improvisada.
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*Pro-Intellectum, Ed. N° 5–octubre 2007
**http://www.voltairenet.org/article176190.html?var_mode=calcul