jueves, 11 de marzo de 2010

ENE 1971: Alférez peruano “captura” Arica

“VENGO A IZAR BANDERA”

El 15 ENE 1970, con ocasión de la incorporación de los oficiales recién graduados, se procedió -en la Guarnición de Tacna- al tradicional “bautizo”, consistente en que pasaran c/u de los 14 obstáculos de la Pista de Combate con el respectivo trago de licor en medio de cánticos y bromas de los oficiales antiguos.

Dentro de esas bromas se plantean diversidad de “retos”, desde las netamente “chupísticas” hasta las de índole “bélicas”. Y cada “bautizado” debe ir ejecutándolas ante el “jurado” constituído por sus capitanes.

En esa oportunidad a un capitán se le ocurrió inventar un “ceremonial de izamiento”, para lo cual escogió al oficial que a su criterio era el más idóneo: El Alférez de artillería Juan Apéstegui Márquez, a quien en forma seria le indicó que no bebiera demasiado, pues “había un ceremonial de izamiento de la Bandera en el Morro de Arica, a las 8AM del día siguiente, al que había sido comisionado”. Además, los demás integrantes del jurado le dijeron que era “una ceremonia que se repetía cada año”.

El Alférez Apéstegui tomó en serio la orden del “jurado”, y temprano se retiró para dirigirse a la cuadra de tropa y dictar las disposiciones del caso: Preparación de 3 camiones Unimog con 24 soldados c/u y la respectiva escolta para el abanderado. De ahí se fue a descansar no sin antes darle parte al Oficial de Guardia (Teniente Falconí), que iba a salir antes del toque de diana. El teniente, que tenía ya la consigna de “seguir la corriente”, efusivamente felicitó al alférez por el honor del izamiento encomendado... Pero sabía que, de llegar el momento, no se debía permitir la salida del convoy.

La reunión continuó hasta la madrugada. Y mientras los “finalistas” aún celebraban y el resto descansaba en sus alojamientos, el alférez embarcaba a su tropa y los camiones encendían motores.

Contra todo pronóstico, los camiones, a las 5:45 de la mañana del domingo 16 de Enero de 1971, traspasaron la Guardia del Cuartel Gregorio Albarracín. Por cosas del destino, los centinelas del portón y la tranquera, las abrieron sin dar cuenta al Oficial de Guardia. Posteriormente indicaron que lo hicieron por que el Alférez aseguró que “el teniente Falconí ya había dado permiso, y estaban con el tiempo retrasado”, y que ellos soldados- “no dudaban de la palabra de un oficial”.

Una vez fuera del Cuartel, el convoy enrumbó hacia el Paso Peruano de Frontera de Santa Rosa. En ese ínterin el oficial de guardia, ya avisado por los centinelas, inmediatamente alertó al Jefe de Cuartel (My. César Aguilar). En vista de ello se llamó por radio al Puesto Fronterizo para que detuvieran al convoy, pero éste lo había traspasado hacía escasos minutos. El Jefe del Puesto Policial de Frontera, sólo comunicó que en esos precisos instantes “podía observar que el Puesto Fronterizo Chileno de Chacalluta levantaba la tranquera al convoy peruano”.

Como consta en las investigaciones posteriores, el Alférez indicó al Jefe de Carabineros de ese Puesto Chileno, que “tenía la orden de izar Bandera para el ceremonial en Arica”. El oficial de carabineros, asumiendo que se trataba de un ceremonial coordinado entre los respectivos altos mandos, lo dejo pasar.

Al llegar a Arica, sucedió que ninguno de los choferes conocía la ciudad. Ante tal percance, deambularon por las calles hasta que encontraron a un carabinero, a quien inquirieron sobre la ruta a la cima del Morro. El carabinero les dijo que los guiaría al Cuartel “Rancagua” pues de ahí “salían las tropas para las ceremonias”.

Una vez frente al Cuartel Chileno, el carabinero se despidió, y el alférez peruano optó por presentarse a los oficiales "CH" de servicio, avisándoles del motivo de su presencia, y “que debían apurarse, pues la ceremonia era a las 8 AM”. Estos, sorprendidos, optaron por levantar la tranquera para que ingresara el convoy peruano.

Según narró Apéstegui, él recién entendió que la situación era irregular puesto que “luego de 20 minutos de espera en que la tropa chilena aprestándose para pasar lista, los observaba con asombro”, se apersonó el propio Jefe de la Guarnición de Arica, quien luego de constatar la “presencia militar peruana en pleno Arica”, le indicó al Jefe de la Instalación, que “consultaría con Santiago respecto al ceremonial”.

En vista de ello, y habiendo tomado conciencia de la real magnitud de la situación por el nerviosismo y “perplejidad” de los chilenos, el alférez peruano, alzando la voz, indicó que “levantaran la tranquera porque había decidido volver al Perú”. Hubo cierta oposición de los oficiales chilenos, lo cual obligó al Alférez a advertir que “si no franquean el paso, me lo franqueo a la fuerza”. En vista de ello, y aún más sorprendidos, los chilenos optaron por levantar la tranquera.

Obviamente que la otra alternativa era el uso de las armas por parte de los chilenos, lo cual en aquella época era impensable, debido al temor que tenían que nosotros los invadamos. Con ese temor y la actitud del Alférez, los chilenos aceptaron las condiciones impuestas por nuestras tropas. Eran otros tiempos. Gobernaba Velasco en el Perú.

Como tardía reacción, los del Rancagua comunicaron al puesto de Chacalluta que “no dejaran pasar a los cholos”.

Al llegar a dicho Puesto, se acercó un carabinero y les indicó que debían volver a Arica porque “se había llegado al acuerdo de permitir el izamiento dela Bandera Peruana en el Morro”. Al no ser “convincente” la aseveración del carabinero, el Alférez ordenó que la tropa bajara de los camiones con las armas terciadas, y le advirtió que “él mismo levantaría la tranquera, y que en caso se opusieran, correría sangre”. Considerando que sólo eran 4 carabineros y los peruanos 55 soldados, los chilenos optaron por “permitir” que se levantara la tranquera. Nuestros soldados pasaron a pie y los vehículos lo hicieron, tras ellos.

Posteriormente las gestiones diplomáticas hicieron conocido en el ámbito castrense sudamericano aquel incidente claro está, con los chilenos como objeto de mofa.

Fue la 1ra. vez que, desde el 7 JUN 1880, tropa armada del Perú, hizo presencia en Arica. Posteriormente, como medida administrativa, a los oficiales que participaron directa o indirectamente en ese incidente, se les reasignó al norte.

Convicción ideológica nacionalista y técnica artesanal de combate

1882: LOS CAÑONES DE SINCOS

Julio Escobar (Artículo publicado en la Revista del Ejército en abril de 1933)

Hablar de artillería es hablar de cañones. Y desde que el hombre descubrió la pólvora, los cañones, como una de las primeras aplicaciones bélicas pesadas, también han evolucionado. La arcaica culebrina de bronce y el antiguo cañón de mecha han devenido después de siglos, en las modernas piezas automáticas de artillería.
¿Pero hubo alguna vez cañones de madera? La pregunta no es para reírse. La respuesta tampoco. ¡Sí! Y nada menos que en el Perú, durante la gloriosa Campaña de La Breña.

El Cáceres-Tayta, proveniente de Huanta, antes de penetrar al valle del Mantaro para expulsar a los chilenos, envió agentes secretos a los ayllus, alertándoles para el levantamiento simultáneo a su ofensiva por Marcavalle.

Los agentes, con la indumentaria hecha jirones luego de semanas de marcha por breñas y punas, se esparcieron como “pordioseros errantes” (avelinos) para organizar el gran golpe que aplastó a los chilenos en Marcavalle, Pucará, Concepción, Huancayo y demás pueblos aledaños, el 9 y 10 de JUL 1882.

La desastrosa huida de los maltrechos sobrevivientes enemigos, refiere la ferocidad con que se peleó, pues no hubo prisioneros para nadie.

Entre los pueblos que se alistaron, destaca el caserío de Sincos, que recurre a medios de fortuna para guerrear al invasor. La población, caracterizada por el prestigio de sus pirotécnicos, decidió emplearlos e inicia la fabricación masiva de pólvora, así como a construir cañones, de maguey, con tronco rectilíneo de dura corteza.

Les extraen el blando corazón a los troncos más rectos, los que luego envolvían con cueros frescos de res, los ajustaban con sogas de cuero, que al exponerlas al sol, el calor hacía el trabajo final de contracción. Como cureña, labraron grandes piedras a manera de soportes. Una provisión de cantos rodados traídos a lomo de llama, completaron la “dotación de granadas”. Los paquetes de pólvora adicionales y los taqueadores, así como las antorchas, se hallaban listos, junto a las mechas de ignición.

El dispositivo de combate estaba listo a operar los novísimos cañones “Made in Mantaro”, que soportarían 1 a 2 tiros. Se les ubica en la entrada del pueblo y en las bocacalles que daban a la placita de armas. Se reparte a los “artilleros indios” ron con pólvora para estimular la ferocidad.

Enterados los chilenos de la actividad “hostil” de éste y otros pueblos, y avisados del avance de los avelinos, deciden atacar e incendiar los pueblos del valle y es así como va acercándose a Sincos, un pelotón de 50 jinetes.

El aviso de los vigías no se hizo esperar y, como por arte de magia, comenzaron a llover sobre los chilenos granizadas de piedras lanzadas por huaracas. La respuesta de plomo se entremezcló con voces de muerte. Se había logrado la 1ra. parte: Provocar al enemigo.

La carga contra el pueblo fue inmediata, la exagerada confianza del invasor no le permitió reparar en la existencia de las bocas de fuego artesanales.

La artillería sinqueña tampoco se hizo esperar, y vomitó su metralla de piedras y púas. La sorpresa fue tremenda y la mortandad chilena terrible. Desorganizados y aturdidos, los sobrevivientes huyen dejando a sus muertos y heridos. Sólo 13 chilenos se salvaron para encontrarse con el grueso de su Ejército que igualmente desesperado, huía hacia la Oroya después de su derrota en Marcavalle, Pucará, Sapallanga, Concepción y... Sincos.

Los sinqueños tuvieron 20 muertos y 40 heridos, asimismo 14 de los 15 cañones estallaron: 2 al 1er. tiro y 12 al 2do. El único restante, que soportó casi intacto, quedó como testimonio de honor del pueblo. Se tomó 18 chilenos prisioneros que ipso facto fueron rejoneados.

Esa es la hazaña de ese pueblo de pirotécnicos, famosos hasta hoy, y que merecieron el aprecio del Tayta, al cual acompañaron hasta Huamachuco.
Este relato lo tomé de don Aniceto Ureta, un octogenario que en 1915 residía en Raquina (Pucará), quien mostrándome sus cicatrices de “rejonero avelino”, me confió en kechua esta historia.

Bloqueo del Callao por la Escuadra Chilena




COMBATE DE LANCHAS FRENTE AL CALLAO

Escribe :Rolando Raborg

Durante mas de un siglo, se han olvidado distintas acciones navales aisladas; que sostuvieron jóvenes oficiales y estudiantes peruanos durante la guerra con Chile. Estas acciones no se realizaron entre grandes buques y grandes cantidades de hombres. Recuérdese que luego de la hecatombe de la Independencia en Pisagua y del Huáscar en Angamos, la Escuadra Peruana se redujo a pequeñas lanchas de resguardo del Callao. Respecto a la Unión –de menor potencia que cualquier buque chileno- ésta, no obstante romper varios bloqueos, tuvo que limitarse a acoderar bajo protección de los cañones del Real Felipe.

Entre las hazañas de las lanchas peruanas, vale recordar la del Tnte. José Gálvez Moreno –hijo del Ministro de Guerra muerto en el combate del 2 de Mayo– comandante de la lancha peruana Independencia, con una dotación de 13 hombres.

En la madrugada del 25 MAY 1880, al regresar de su ronda en la rada del Callao, la lancha peruana avistó una lancha chilena proveniente de la isla San Lorenzo (en poder de la Escuadra enemiga) hacia el lugar donde acoderaban los buques neutrales. Entonces la Independencia avanzó hacia el enemigo y le disparó 4 veces, lamentablemente, las cabillas de hierro fallaron y el cañón quedó inoperativo al término del 4to. tiro. La lancha chilena de andar mas rápido, optó por retirarse, apareciendo momentos después con otra lancha (Janequeo) de mayor porte y andar, cortando la retirada peruana. Ante esto, los peruanos abrieron fuego de ametralladora, pero ésta se encasquilló.

Ante tan crítica situación en que se aproximaban 2 naves enemigas, la lancha peruana estaba casi inerme. Solo disponía de una “mina”. Pero en reacción admirable el teniente Gálvez ayudado por el estudiante de medicina Manuel Ugarte y el resto de marineros, le improvisan una mecha a la mina (cuya carga era pólvora). Toda esta operación de convertir una mina en “torpedo artesanal” no fue sospechada por los chilenos que suponían indefensa a la lancha “P” para su captura “intacta”. Sin embargo nuestros compatriotas esperaban la proa de una de las lanchas chilenas, para una vez cerca, lanzarles la carga, aunque con muy poca seguridad de que durante el “tiempo de consumo” de la mecha (3 minutos), ésta no sería cortada por la tripulación de las naves enemiga. Es entonces que el teniente Gálvez, sin esperar el desenlace, dispara con su revólver hacia el torpedo, que estalla al 2do. disparo, hundiéndose la nave peruana “acompañada” de la chilena Janequeo. El teniente Gálvez –herido- y algunos de los sobrevivientes fueron capturados y llevados al Blanco Encalada. Murieron el estudiante Ugarte y otros 2 guardiamarinas.

Posteriormente el teniente Gálvez fue canjeado por un prisionero chileno.

El 25 de Mayo quedo instituido como el Día del Guardiamarina en el Perú.

Fuente : Prensa Antauro

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