Al igual que ahora entre los chilenos residentes en el Perú hay espías y agentes que trabajan para una presunta “amistad” con el país ladrón del sur, desde antes de 1879 Chile utilizaba a espías chilenos para sus posteriores fines de rapiña, utilizando como agentes de latrocinio incluso a sus diplomáticos.
(ver La diplomacia ladrona de Chile).
Esta vez vemos otro caso de espionaje durante la guerra de rapiña que emprendió el pueblo chileno contra el Perú. Nótese que decimos el pueblo chileno y no el gobierno chileno (como algunos dicen) porque todo Chile, en especial el pueblo llano, exigía la guerra y apedrearon a sus autoridades cuando sus militares dieron por terminada la guerra tras las acciones en Antofagasta, Tarapacá y Arica´. Así, a los gritos de “¡A Lima, a Lima!”, las enardecidas turbas del pueblo chileno obligaron a políticos y militares a extender la guerra de rapiña a todo el Perú.
Esto debe servir para recordar que detrás de su sonrisa y su aparente amistad, todo chileno en el Perú esconde fines protervos.
Leamos:
Danes Holger Birkedal, espia chileno infiltrado en Lima, en octubre de 1880, informó a los chilenos sobre defensas y armamento de la capital y contribuyó al genocidio de San Juan y Miraflores y a la destrucción de Lima. Desleal extranjero trabajó en Perú entre 1870 y 1876
Por César Vásquez Bazán
Holger Birkedal (1884, vi), espía de nacionalidad danesa, que con su actividad encubierta en Lima en 1880 contribuyó a la caída de la capital peruana y al genocidio de sus defensores en las batallas de San Juan y Miraflores.
Birkedal trabajó en el Perú entre 1870 y 1876. Se sabe que los últimos dos años se sintió maltratado por algunos ricachones de la “alta sociedad” limeña. Por ese motivo, en 1876 emigró a Chile. En agosto de 1880 se puso al servicio del ejército expedicionario invasor en el que fue nombrado sargento mayor de ingenieros.
Entre agosto y octubre de 1880 el ingeniero Birkedal regresó a Lima con la coartada de “buscar trabajo”, haciendo valer su condición de ciudadano danés y por ende neutral en la Guerra del Salitre. Mediante observación directa, obtuvo los datos sobre las defensas, fuerzas militares, líneas de dinamita, armamento y baterías de Lima y sus alrededores. Contó con la cooperación de un ingenuo mayor del ejército peruano y de un industrial noruego. La actividad de espionaje del danés Birkedal también incluyó información sobre las cargas explosivas ancladas en Chorrillos y sobre las actividades de las lanchas torpederas peruanas.
El Nuevo Ferrocarril de Valparaíso (1982, 240-241) informó detalladamente sobre las actividades del espía danés. Editaba ese diario el político chileno Benjamín Vicuña Mackenna.
En agosto de 1880, Holger Birkedal fue presentado por Vicuña Mackenna al ministro de Guerra José Francisco Vergara. En esa ocasión, el aspirante a espía ofreció voluntariamente sus servicios a Vergara, Fue aceptado y nombrado sargento mayor de ingenieros del ejército chileno. Tenía treintaiséis años de edad (Cannobbio 1903, 668-669).
Información sobre Lima obtenida por el espía Birkedal
Las autoridades chilenas ordenaron al ingeniero danés trasladarse inmediatamente a Lima con la finalidad de obtener información sobre:
1. El sistema defensivo de la capital y sus alrededores;
2. El armamento de los defensores;
3. Las baterías de defensa de la plaza;
4. La ubicación de las líneas de minas de dinamita que protegían Lima;
5. La posición de las cargas explosivas (“torpedos”) anclados frente a Chorrillos;
6. Las operaciones de las lanchas torpederas peruanas;
7. El estado moral de las tropas y de la población de Lima.
(El Nuevo Ferrocarril 1982, 240; Cannobbio 1903, 669)
Pretextando buscar trabajo, el ingeniero danés llegó a Lima a fines de agosto de 1880. Buscó no despertar sospechas recordando permanentemente su condición de ciudadano de un país neutral en la Guerra del Salitre. Llevó adelante su artero cometido entre esa fecha y fines de octubre de 1880. Para desarrollar la tarea de espionaje encargada por los invasores, Birkedal recibió la ayuda remunerada de un traidor perteneciente al ejército peruano, el sargento mayor Antonio Carrasco. También fue apoyado por Adolfo Beck, industrial noruego afincado en el Perú. Carrasco y Beck recibieron del danés Birkedal dinero, alimentación y licor en pago por sus servicios (El Nuevo Ferrocarril 1982, 241).
Diariamente, antes del almuerzo, antes de los tragos y de las treinta piezas de plata, Carrasco y Beck paseaban en coche al espía chileno por los diferentes sectores de Lima, explicándole las características de la defensa de la ciudad. Birkedal se hacía el desentendido pero en la noche, ya sólo en su habitación de hotel, procedía a consolidar la información obtenida en un plano que mostraba las fortificaciones de Lima, Callao, Chorrillos y lugares aledaños. Birkedal llegó a conocer a otros ingenieros peruanos y también a autoridades del gobierno de Piérola –como Montero y Casós– con los cuales pudo comprobar la exactitud matemática de sus observaciones. De esta manera, el espía danés obtuvo información sobre la ubicación de las minas de dinamita y su número, la dotación de las fortalezas, el número y calibre de los cañones, el número de efectivos del ejército peruano, y sobre los caminos de acceso a Lima y sus dificultades y limitaciones (El Nuevo Ferrocarril 1982, 241).
En octubre de 1880, Birkedal fue invitado a engrosar el ejército peruano a lo cual el espía se negó en todo momento, reafirmando que era ciudadano de un país neutral y que prefería salir del país. Pretextando esta presión, Birkedal abandonó la capital y llegó a Arica –bajo el control de los genocidas del sur– ciudad en la que entregó al ministro Vergara los planos y la información recolectada.
Usando los datos del espía Birkedal, el ejército invasor pudo preparar el plan estratégico de ataque a Lima. En particular, el espionaje practicado por el danés sirvió para demarcar con exactitud la ubicación de las temidas líneas de minas de dinamita que supuestamente deberían defender Lima del ataque de los genocidas del sur. También informó a los invasores sobre las cargas explosivas (“torpedos”) anclados frente a Chorrillos para defender la ciudad de los ataques de la marina invasora (El Nuevo Ferrocarril 1982, 241; Cannobbio 1903, 669-670).
Actividad previa de Birkedal en el Perú
Resulta aleccionador conocer que en 1870 Birkedal laboró como ingeniero en el Perú en el trazado del ferrocarril de Pacasmayo a Cajamarca. A partir de 1871 trabajó en la provincia de Tarapacá. Contribuyó al trazado del ferrocarril de Patillos a Lagunas. Asimismo participó en la preparación de un proyecto de irrigación de la Pampa del Tamarugal. En 1874 se desempeñó como ingeniero de la empresa The Guano Loading Co. en las localidades de Pabellón de Pica, Punta Lobos y Huanillos. Al año siguiente, 1875, preparó un proyecto de provisión de agua para Pisagua llevándola desde Dolores (El Nuevo Ferrocarril 1982, 240; Cannobbio 1903, 664-665)
El lector se preguntará porqué un extranjero que vivió y trabajó en el Perú entre 1870 y 1876 pudo servir como espía de Chile y hacer tanto daño al país que lo había albergado por más de un quinquenio. Lo único que se sabe es que mientras residió en el Perú, Holger Birkedal sufrió un “profundo desengaño en sus tratos con algunas personas de la alta sociedad de Lima” (Cannobbio 1903, 666). Por ese despecho, cuya naturaleza se desconoce, Birkedal decidió dejar el Perú, emigrar a Chile y, en agosto de 1880, comenzar a operar como espía chileno. Sus actividades encubiertas en Lima contribuyeron al genocidio de los defensores de San Juan y Miraflores y al saqueo y destrucción de la capital peruana.
Obras citadas
Birkedal, Holger. 1884. Peru, Bolivia, Chile: Krigen i Sydamerika, paa kysten af det Stille Hav, 1879-1881. Chicago: Illinois: Skandinavens Boghandel.
Cannobbio G., Agustín. 1903. Holger Birkedal. En “Chile Moderno”, Revista Mensual, editada por Juan Enrique O’Ryan. Valparaíso, Tomo I, número 1, páginas 660-696.
El Nuevo Ferrocarril. 1982. Misión a Lima del ingeniero Holger Birkedal por cuenta del Gobierno de Chile. En “Guerra del Pacífico”, editada por Pascual Ahumada. Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, Tomos V y VI, páginas 240-241.
© César Vásquez Bazán
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