viernes, 18 de mayo de 2012

Ingeniero Manuel Cuadros, héroe olvidado y artífice del hundimiento de las naves chilenas “Loa” y “Covadonga”

INGENIERO MANUEL JOSE CUADROS
Víctor Alvarado

Jefe de la brigada torpedista, autor de un sistema de explosivos que los instalaba en torpedos fabricados con su propio peculio que se convirtieron en el terror de los invasores.
Un héroe naval olvidado es el ingeniero peruano especialista en torpedos, Manuel José Cuadros, que tuvo a cargo la proeza, junto a un equipo de jóvenes marinos, de hundir sucesivamente, entre julio y setiembre de 1880, a las naves chilenas “Loa” frente a la bahía del Callao y “Covadonga” en el mar de Chancay, mediante tretas sencillas pero sumamente ingeniosas, que expresaban elocuentemente la inventiva de los peruanos para enfrentarse y poner fuera de combate a los invasores anglochilenos.
Las naves hundidas formaban parte de las embarcaciones encargadas del bloqueo chileno de los puertos de Chancay, Lima y Ancón, con la misión exprofesa de impedir el ingreso y el traslado de armas que realizaba la resistencia peruana de Lima a Huacho para abastecer a los grupos de patriotas que insistían en librar contra los invasores una guerra larga y prolongada.
El Perú había sufrido la pérdida de Tacna y Arica en batallas dolorosas y gloriosas. Los invasores se organizaban en las provincias del sur ocupadas para lanzar la ocupación de Lima, que tendría lugar al año siguiente en enero de 1881.
La brigada torpedista estaba conformada por el Capitán de Navío Leopoldo Sánchez, los Alféreces de Fragata Decio Oyague, Carlos Bondy, Gil Cárdenas y el ingeniero de torpedos formados en Alemania y Francia, Juan Manuel Cuadros, a la sazón de 32 años de edad, que tenía una larga experiencia de patriota combatiente, pues había participado a los 18 años en el Combate del 2 de Mayo de 1866 en el Callao contra la escuadra española.
Cuadros era el inventor y constructor de un ingenioso sistema explosivo que los instalaba en torpedos fabricados por él con su propio dinero.
Los servicios de espionaje chileno habían sido informados que Cuadros preparaba un torpedo contra las naves que participaban en el bloqueo y que éste consistía en un artefacto de 300 libras de peso acondicionado en una lancha a vela cargada con comestibles, carneros, etc.; con un dispositivo de explosión consistente en un resorte aplastado por un bulto, que al ser levantado originaría una deflagración.
La información fue transmitida al jefe de la escuadra bloqueadora, capitán Jorge Montt y a los otros capitanes de la escuadra, incluidos los comandantes del “Loa” y “Covadonga”, con la consigna de torpedear a cualquier lancha con esas características.
En la mañana del 02, Cuadros y sus ayudantes lanzaron la lancha con el torpedo a ocho millas al norte del Callao con un mecanismo de explosión en la base de la lancha cubierto por un saco de arroz.
El día 03 de julio a las 17.00 horas, la lancha fue avistada por el “Loa”, comandada por el capitán de corbeta Guillermo Peña Urízar, quien a pesar de haber sido advertido de probables torpedos con esas características, ordena al teniente Pedro Martínez para que la aborde e inspeccione y éste luego de un revisión reporta que a su criterio no se trata de una trampa.
Peña ordena el levantamiento de la lancha y luego de ser colocada en la cubierta, ocho marineros procedieron a descargarla, mientras otros 60 en círculo observaban y de pronto al levantar el último saco de arroz, una potente explosión dio muerte a todos los que participaban, incluso a los que observaban la faena.
HUNDIMIENTO DEL LOA

La explosión causó un boquete de 14 metros de largo por dos de ancho y el hundimiento del “Loa” con sus 118 tripulantes, incluido el capitán Peña. El SOS fue recibido por una fragata inglesa, que prestaba asistencia a los invasores, y por otras de nacionalidad norteamericana, italiana y francesa, que en conjunto salvaron a 31 náufragos.
Cuadros y su equipo de torpedistas alistaron la siguiente acción y eligen Chancay porque frente al puerto solían acoderar las naves bloqueadoras. El 9 de setiembre arribó al puerto el teniente Oyague con un potente torpedo que fue acondicionado en un yate introducido subrepticiamente a Chancay durante la noche y cuyo dispositivo había sido preparado por Cuadros.
La treta consistía en lanzar el yate con el torpedo, acompañada de otro sin torpedo, y situarlas ambas en la ruta de las naves bloqueadoras, para seducir la atención de los marinos chilenos.
El 13 de setiembre, la “Covadonga”, al mando del capitán Luis Ferrari, la misma que participó en el combate de Iquique y en cuya persecución encalló la fragata peruana “Independencia”, se acercó al puerto de Chancay para cañonear la línea del ferrocarril encontrándose en el trayecto con los dos yates.
Ferrari ordeno echar a pique los dos yates. Al hundir la primera no hubo explosión alguna, lo que le significó que la otra era igualmente inocua, por lo cual ordenó al aspirante Melitón Guajardo y al calafate José María Ávila se acercaran a reconocerla.
Los relojes marcaban a las 15.40 horas. Al pasarle una cuerda por la quilla, no encontraron nada que les hiciera sospechar, de modo que ordenó seguidamente al teniente Froilán Gonzales izar el yate. En esos instantes, el teniente Vicente Merino Jarpa advierte a gritos que la embarcación estaba algo sentada de popa y podría poseer explosivos en esa área. El oficial de guardia acogió la indicación, pero a medio camino se sintió el pito del contramaestre ordenando izarla, y a continuación se produjo una explosión comparada al estallido de “cuarenta cañonazos a un tiempo”, según testimonió un sobreviviente.
HUNDIMIENTO DE LA COVADONGA

En sólo dos minutos se fue a pique, pero por tratarse de un mar de poca profundidad, la arboladura de la nave quedó sobre la superficie en la que se aferraron al menos unos 40 sobrevivientes rescatados luego por embarcaciones peruanas, que fueron hechos prisioneros. Según reportes chilenos, murieron 31 tripulantes, incluido el capitán Ferrari.
La voladura de las naves chilenas originó, en represalia, la expedición de Patricio Lynch a las provincias del norte del país con la misión exprofesa de destruir las haciendas azucareras con el propósito de que “el Perú no levante cabeza ni en 100 años”, como solía decir. Manuel Cuadros sobrevivió a la invasión chilena y llegó a ser ministro de guerra del gobierno de Piérola.


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