Víctor Alvarado
Jefe de la brigada torpedista,
autor de un sistema de explosivos que los instalaba en torpedos
fabricados con su propio peculio que se convirtieron en el terror de los
invasores.
Un héroe naval olvidado es el ingeniero peruano especialista en torpedos, Manuel
José Cuadros, que tuvo a cargo la proeza, junto a un equipo de jóvenes
marinos, de hundir sucesivamente, entre julio y setiembre de 1880, a las
naves chilenas “Loa” frente a la bahía del Callao y “Covadonga” en el
mar de Chancay, mediante tretas sencillas pero sumamente
ingeniosas, que expresaban elocuentemente la inventiva de los peruanos
para enfrentarse y poner fuera de combate a los invasores anglochilenos.
Las naves hundidas formaban parte
de las embarcaciones encargadas del bloqueo chileno de los puertos de
Chancay, Lima y Ancón, con la misión exprofesa de impedir el ingreso y
el traslado de armas que realizaba la resistencia peruana de Lima a
Huacho para abastecer a los grupos de patriotas que insistían en librar
contra los invasores una guerra larga y prolongada.
El Perú había sufrido la pérdida de Tacna
y Arica en batallas dolorosas y gloriosas. Los invasores se organizaban
en las provincias del sur ocupadas para lanzar la ocupación de Lima,
que tendría lugar al año siguiente en enero de 1881.
La brigada torpedista estaba conformada
por el Capitán de Navío Leopoldo Sánchez, los Alféreces de Fragata Decio
Oyague, Carlos Bondy, Gil Cárdenas y el ingeniero de torpedos formados
en Alemania y Francia, Juan Manuel Cuadros, a la sazón de 32 años de
edad, que tenía una larga experiencia de patriota combatiente, pues
había participado a los 18 años en el Combate del 2 de Mayo de 1866 en
el Callao contra la escuadra española.
Cuadros era el inventor y
constructor de un ingenioso sistema explosivo que los instalaba en
torpedos fabricados por él con su propio dinero.
Los servicios de espionaje chileno habían
sido informados que Cuadros preparaba un torpedo contra las naves que
participaban en el bloqueo y que éste consistía en un artefacto de 300
libras de peso acondicionado en una lancha a vela cargada con
comestibles, carneros, etc.; con un dispositivo de explosión consistente
en un resorte aplastado por un bulto, que al ser levantado originaría
una deflagración.
La información fue transmitida al jefe de
la escuadra bloqueadora, capitán Jorge Montt y a los otros capitanes de
la escuadra, incluidos los comandantes del “Loa” y “Covadonga”, con la
consigna de torpedear a cualquier lancha con esas características.
En la mañana del 02, Cuadros y
sus ayudantes lanzaron la lancha con el torpedo a ocho millas al norte
del Callao con un mecanismo de explosión en la base de la lancha
cubierto por un saco de arroz.
El día 03 de julio a las 17.00 horas, la
lancha fue avistada por el “Loa”, comandada por el capitán de corbeta
Guillermo Peña Urízar, quien a pesar de haber sido advertido de
probables torpedos con esas características, ordena al teniente Pedro
Martínez para que la aborde e inspeccione y éste luego de un revisión
reporta que a su criterio no se trata de una trampa.
Peña ordena el levantamiento de la lancha
y luego de ser colocada en la cubierta, ocho marineros procedieron a
descargarla, mientras otros 60 en círculo observaban y de pronto
al levantar el último saco de arroz, una potente explosión dio muerte a
todos los que participaban, incluso a los que observaban la faena.
La explosión causó un boquete de 14
metros de largo por dos de ancho y el hundimiento del “Loa” con sus 118
tripulantes, incluido el capitán Peña. El SOS fue recibido por una
fragata inglesa, que prestaba asistencia a los invasores, y por otras de
nacionalidad norteamericana, italiana y francesa, que en conjunto
salvaron a 31 náufragos.
Cuadros y su equipo de
torpedistas alistaron la siguiente acción y eligen Chancay porque frente
al puerto solían acoderar las naves bloqueadoras. El 9 de setiembre
arribó al puerto el teniente Oyague con un potente torpedo que fue
acondicionado en un yate introducido subrepticiamente a Chancay durante
la noche y cuyo dispositivo había sido preparado por Cuadros.
La treta consistía en lanzar el yate con
el torpedo, acompañada de otro sin torpedo, y situarlas ambas en la ruta
de las naves bloqueadoras, para seducir la atención de los marinos
chilenos.
El 13 de setiembre, la “Covadonga”, al
mando del capitán Luis Ferrari, la misma que participó en el combate de
Iquique y en cuya persecución encalló la fragata peruana
“Independencia”, se acercó al puerto de Chancay para cañonear la línea
del ferrocarril encontrándose en el trayecto con los dos yates.
Ferrari ordeno echar a pique los dos
yates. Al hundir la primera no hubo explosión alguna, lo que le
significó que la otra era igualmente inocua, por lo cual ordenó al
aspirante Melitón Guajardo y al calafate José María Ávila se acercaran a
reconocerla.
Los relojes marcaban a las 15.40 horas.
Al pasarle una cuerda por la quilla, no encontraron nada que les hiciera
sospechar, de modo que ordenó seguidamente al teniente Froilán Gonzales
izar el yate. En esos instantes, el teniente Vicente Merino
Jarpa advierte a gritos que la embarcación estaba algo sentada de popa y
podría poseer explosivos en esa área. El oficial de guardia acogió la
indicación, pero a medio camino se sintió el pito del contramaestre
ordenando izarla, y a continuación se produjo una explosión comparada al
estallido de “cuarenta cañonazos a un tiempo”, según testimonió un
sobreviviente.
En sólo dos minutos se fue a pique, pero
por tratarse de un mar de poca profundidad, la arboladura de la nave
quedó sobre la superficie en la que se aferraron al menos unos 40
sobrevivientes rescatados luego por embarcaciones peruanas, que fueron
hechos prisioneros. Según reportes chilenos, murieron 31 tripulantes, incluido el capitán Ferrari.
La voladura de las naves chilenas
originó, en represalia, la expedición de Patricio Lynch a las provincias
del norte del país con la misión exprofesa de destruir las haciendas
azucareras con el propósito de que “el Perú no levante cabeza ni en 100
años”, como solía decir. Manuel Cuadros sobrevivió a la invasión chilena
y llegó a ser ministro de guerra del gobierno de Piérola.
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