Cuando durante el gobierno de Alan García que terminó en julio último el felón Allan Wagner colocó un busto en homenaje al hampón chileno Arturo Prat en la Escuela Naval, el hoy presidente Ollanta Humala cuestionó tal medida.
Tal cuestionamiento fue coherente con su discurso y propuestas, pues es inadmisible que en nuestro país se permita un busto al delincuente Prat, que intentó asesinar al héroe Miguel Grau, como sería inadmisible en Francia un busto a cualquier nazi.
Habiendo sido elegido Presidente, resulta extraño e incoherente que Humala no decida retirar el infame busto de ese lugar, ya sea que disponga echarlo a la basura, a la fundición o regresarlo a Chile.
Su actitud resulta más censurable teniendo en cuenta su formación militar, pues ahora que está en el poder debería trabajar para recuperar la autoestima y la calidad de la formación de nuestras Fuerzas Armadas no sólo con palabras y presupuesto, sino con hechos y formas correctas.
¿Por qué su silencio cómplice ahora que es Presidente? ¿Tal vez aprendió de García su letanía “se pueden molestar los chilenos? ¿Serán Allan Wagner y sus defensores enquistados en puestos importantes los que le soplan al oído? ¿Será el agente prochileno Carlos Tapia ahora asesor presidencial, el que trata de convencerlo de no tocar ese busto?
Son sólo especulaciones, pero esperemos que pronto recapacite y cumpla con retirar el repugnante busto que mancha nuestra Escuela Naval, pues de lo contrario el homenaje que Humala rindió hoy a Grau no pasará de ser un acto frívolo e hipócrita si no es consecuente en los hechos.
FUENTE : CON NUESTRO PERÚ
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