Por: Biatch0r
“Los próximos meses verán un nuevo mundo, donde la historia global será redefinida. Mantengámonos fuertes (The coming months will see a new world, where global history is redefined. Keep us strong): http://wikileaks.info/mirrors.html” – @Wikileaks
Fácil ya se ha dicho todo lo que se pueda decir sobre Wikileaks y Julian Assange. Así que lo que colocaré aquí son una suerte de notas de trabajo o working notes sobre lo que puede significar de aquí a futuro. Un mapa hipertextual para entender Wikileaks.
Julian Assange, publicando lo impublicable.
Bienvenidos al desierto de lo real. “El aparato cultural económico mismo, para reproducirse en las condiciones de competitividad del mercado, no sólo precisa tolerar, sino directamente incitar efectos y productos de choque cada vez más fuertes”, escribió hace tiempo Slavoj Zizek (qué lejano es el año 2000), para hablar de los movimientos finiseculares de hace más de 10 años. Paradojas del destino, cuando vemos a los cinco medios elegidos por Assange y compañía para publicar lo que ha sido considerado un golpe certero contra el sistema diplomático global, vemos también esta mirada cínica del sistema: Wikileaks es un agente infiltrado en el propio sistema red mundial. Y financiado y mantenido por el sistema mismo. Assange es el Millenium Bug, no creado por alguien o “alguienes” en particular, sino es un desperfecto que el sistema ha creado.
El espíritu del terrorismo (digital). Eliminemos todo dilema ético o moral. Para los cuerpos diplomáticos y políticos, Assange es la encarnación digital, versión Tron, de Osama Bin Laden. No estamos seguros si ese es su verdadero nombre. Lo cierto es, como decía Jean Baudrillad, que “la táctica del modelo terrorista es la de provocar un exceso de realidad y hacer que el sistema se hunda bajo este exceso de realidad”. Hay un deja vu en este último acontecimiento de Wikileaks con respecto al 9/11: Las redes sociales (Twitter y Facebook, sobre todo) han jugado en este exceso de realidad. Sabemos todo sobre Assange, su vida, sobre los cuerpos diplomáticos, el sistema político, seguimos segundo a segundo en tiempo real cada servidor que se cierra, cada dominio prohibido. El Sistema ya perdió. Viva el sistema.
Inteligencia colectiva. Sigamos con Baudrillard. Todos hemos soñado con este momento. Y quizá he allí la razón del éxito de Wikileaks. Aquí han funcionado también las redes y la forma cómo se contagia la información. No es nuevo lo de Wikileaks y hemos tenido ya otras infiltraciones. Lo nuevo es que se ha visibilizado hasta el infinito la capacidad de las redes para replicar casi instintivamente lo que Wikileaks y Assange decían. Es el enjambre de abejas digitales delineado por Pierre Levy en su ya clásico ensayo La inteligencia colectiva: “Gracias a ellos, aunque sus nombres no son jamás citados, las cosas avanzan verdaderamente y son efectivamente creadas y conservadas”. Ellos son los justos, los conectados del orbe, los elegidos del día siguiente. La nueva ética no ha nacido, sino que es visible por todos. El hacker de hoy es el proletario del siglo XIX. Hackers del mundo, uníos.
Lo público en internet. El inicio de la modernidad estuvo marcado por la separación entre la esfera pública y la esfera privada. Nuevamente queda en evidencia que esa separación está en discusión. ¿Es de interés público conocer los chismes diplomáticos? En los tiempos de la larga cola, todo es de interés público. Por lo tanto los hackers defenderán su espacio recién ganado. En los primeros años de la galaxia de internet, la gobernanza de dominios estuvo en manos privadas y eso permitió cierta independencia con respecto a los gobiernos. En estos días, que vemos como van cayendo dominios y urls que permiten a los usuarios acceder a Wikileaks, se comienza a discutir la necesidad de tener un sistema de gobernanza más bien abierto, lejos del imperio de ICANN. Hace veinte años era imposible esa tecnología. Hoy no hay excusas para no contar con un sistema abierto y que proteja este espacio público ganado a pulso.
La cabeza de la hidra. Ya hemos visto esta película. La primera vez como tragedia, la segunda vez como farsa. Aunque, como se sabe, en casi todas las trilogías, la segunda parte es la mejor de todas porque el final queda abierto y los héroes están a punto de enfrentarse a su “finest hour”. Cuando Napster cayó, se pudo haber pensado por un minuto que las industrias musicales ganaron. Cada año las industrias culturales crean e inventan sistemas sofisticados contra las copias digitales. Todo es inútil. Los hackers son los hombres que se robaron el mundo y se lo regalaron a sus pares. Solo por el placer de hacerlo.
Como se ve, más allá de las discusiones sobre el periodismo, sobre la noticia, sobre si las viejas o nuevas herramientas comunicativas (o, como señala Umberto Eco, este viaje al pasado con las nuevas tecnologías), lo importante de Wikileaks es el gran mapa que ha permitido desplegar. Nos perdemos una y otra vez, y como en una gran paradoja, dejamos el rastro por los bosques en los que nos perdemos, creando así un gran mapa escala 1/1, tamaño natural: “Wonderland está por todas partes. Y en el lugar menos previsible [...] Ningún mejor aprendizaje que nuestra intuición de tags”, ha apuntado reciéntemente Rafael Cippolini, un émulo argentino de Virgilio en esta Comedia Digital.
Pensé, así, por un momento separar este post, donde el texto se separa de los enlaces (la bibliografía, en el sentido más clásico, tradicional). Imposible. Allí, en el texto, el código, las huellas de este mapa que se despliega, no infinitamente, pero que registra “todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito)” (Jorge Luis Borges, La Biblioteca de Babel).
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