martes, 4 de noviembre de 2014

Los rebeldes de Uchuraccay


La república plebeya. Una estupenda investigación de la rebelión realista en las alturas de Huanta, en Ayacucho, que nos ofrece una visión más humana y real de la independencia.
Roberto Ochoa B.
1821 y 1824 son dos fechas claves en la historia del Perú independiente. Es por eso que la proximidad del Bicentenario de la Declaratoria de Independencia y de la Batalla de Ayacucho promete ampliar el debate relacionado con la historiografía independentista y los nuevos aportes de investigadores.
El título, La República Plebeya, de Cecilia Méndez, será la chispa que encenderá la pradera del debate. Su buena prosa y su impecable investigación –traducida, ampliada y matizada en una buena edición a cargo del Instituto de Estudios Peruanos– dan luces sobre acontecimientos políticamente incorrectos que no figuran en la historia oficial, pero que marcaron la génesis del Estado peruano. 
En 1825, meses después de la Batalla de Ayacucho, “indios iquichanos” de la provincia de Huanta armaron una rebelión realista que intentó restaurar el orden colonial a nombre del rey Fernando VII. La rebelión duró tres años, mantuvo en jaque a los patriotas locales y marcó para siempre el temperamento político de las alturas ayacuchanas. 
Debemos reconocer que para muchos de nosotros los periodistas Uchuraccay “existe” desde que fue escenario de la masacre de colegas en 1983. 
Sin embargo, en el libro descubrimos que Uchuraccay fue cuartel general de los rebeldes “iquichanos” liderados por el arriero Antonio Abad Huachaca, quien se dio el lujo de tener entre sus subordinados a oficiales españoles que pelearon en la Batalla de Ayacucho. 
Además, la investigación histórica demuestra que el temperamento subversivo, el comercio de la coca y el pragmatismo político ya eran noticia casi 200 años antes de la existencia del VRAEM.
A diferencia de esa visión paternalista que caracteriza el trato hacia los pobladores altoandinos, Méndez propone que los sublevados estaban al tanto del impacto que provocaron las medidas promulgadas por las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812, conocidas en España como “La Pepa”.
Como se sabe, las Cortes de Cádiz, en las que participaron diputados nacidos en el Perú, abolieron el tributo indígena y prohibieron el trabajo indígena no remunerado, lo que provocó un drástico giro en la legislación colonial, como otorgar la ciudadanía española a los indios. Un giro que no les gustó a varios de nuestros próceres libertadores que se volvieron patriotas cuando el general José de San Martín desembarcó en Pisco, pero que en la víspera eran fervientes realistas.
No a los estereotipos
Méndez, además, propone “desterrar una serie de estereotipos sobre el Perú decimonónico y sus pobladores rurales de las zonas altoandinas”. 
Y vaya que lo logra. En sus páginas se critica esa visión de la historia como un proceso que va del “atraso” al “progreso” –columna vertebral de la historia oficial– y en la estupenda sustentación no hay tótem que se salve: desde José Matos Mar hasta el Informe Mario Vargas Llosa sobre la masacre de Uchuraccay, pasando por Alberto Flores Galindo, José Carlos Mariátegui, entre otros. 
Hace varios años, María Rostworowski me dijo en una entrevista que “toda la historia que se enseña en los colegios es pura basura”. Méndez no es tan radical, pero ella también considera la necesidad de “reescribir la historia”. Una receta necesaria ahora que se viene el Bicentenario.    

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