Oliver Stark ostark@peru21.com Opina
El reciente triunfo legal del Cardenal Cipriani sobre una Universidad Católica manejada por ex fundadores del velasquista Partido Socialista Revolucionario y la confirmación del Tribunal Constitucional de que el manejo del Comité de Administración de dicha universidad debe, efectivamente, ser manejada por una terna en la que prime el liderazgo del Cardenal Arzobispo de Lima, según manda el testamento del que donó toda su fortuna a la institución, ha hecho recordar a un insigne intelectual de la derecha peruana, don José de la Riva Agüero y Osma.
Considerado por algunos historiadores como el fundador del fascismo aristocrático peruano, Riva Agüero fue, efectivamente, un devoto de Benito Mussolini y el fascismo italiano al que consideraba en su versión cristiana como la única fuerza capaz de frenar al socialismo ateo y el liberalismo protestante. Ferviente católico radical renuncia a sus puestos públicos durante el gobierno de Leguía en protesta por la aprobación de la ley del divorcio por mutuo disenso y desvía la donación de su fortuna de su original beneficiario, la Universidad de San Marcos, a la entonces Universidad Católica porque en la primera “se encontrarían muchos ateos”.
Así como admiró el fascismo y a Mussolini y apoyó y hasta presidió un partido desaparecido hoy, la Acción Patriótica, que apoyaría la candidatura presidencial de Manuel Vicente Villarán, Riva Agüero también era un antirracista confeso que declaraba abierta y claramente su distancia con un Hitler que, entonces, ya planeaba su solución final. Trató de unificar a las derechas peruanas de los 30 y no renegaba y más bien gritaba con orgullo y a viva voz su adherencia a la derecha a diferencia de lo que hacen hoy todos los partidos de derecha que reniegan a llamarse como tal.
Fue en los claustros de esa Universidad Católica que el fascismo arraigó de la mano de una red de colegios regentados por religiosos católicos que no solo hicieron gestos a favor del fascismo, sino también trataron de elaborar una ideología fascista peruana basados en la inteligentzia y las capas medias profesionalizadas del Perú, así como también en la experiencia histórica. Fue un intento por ideologizar desde una perspectiva culta y de muy alto nivel el descontento en la juventud por las viejas clases dominantes (¿suena familiar?), llevándolos por un camino que no creía ni en el capitalismo depredador de las riquezas nacionales (¿suena familiar 2?) ni en el socialismo ateo, económicamente inviable y aniquilador del individuo (¿suena familiar 3 ?). Lamentablemente y debido a que careció de una tradición propia a la que acudir en busca de inspiración, el fascismo en el Perú nunca levantó vuelo a pesar de contar con el apoyo de la Iglesia Católica y la capas medias.
En un Perú que se debate entre los fuegos cruzados de un capitalismo depredador y excesivamente laxo y un socialismo fracasado, cabe preguntarse si una opción de camino medio entre los dos en la que prevalezca la realidad a los principios, la razón a los sentimientos y el orden al libertinaje pueda volver a ser una opción viable para el Perú.
Considerado por algunos historiadores como el fundador del fascismo aristocrático peruano, Riva Agüero fue, efectivamente, un devoto de Benito Mussolini y el fascismo italiano al que consideraba en su versión cristiana como la única fuerza capaz de frenar al socialismo ateo y el liberalismo protestante. Ferviente católico radical renuncia a sus puestos públicos durante el gobierno de Leguía en protesta por la aprobación de la ley del divorcio por mutuo disenso y desvía la donación de su fortuna de su original beneficiario, la Universidad de San Marcos, a la entonces Universidad Católica porque en la primera “se encontrarían muchos ateos”.
Así como admiró el fascismo y a Mussolini y apoyó y hasta presidió un partido desaparecido hoy, la Acción Patriótica, que apoyaría la candidatura presidencial de Manuel Vicente Villarán, Riva Agüero también era un antirracista confeso que declaraba abierta y claramente su distancia con un Hitler que, entonces, ya planeaba su solución final. Trató de unificar a las derechas peruanas de los 30 y no renegaba y más bien gritaba con orgullo y a viva voz su adherencia a la derecha a diferencia de lo que hacen hoy todos los partidos de derecha que reniegan a llamarse como tal.
Fue en los claustros de esa Universidad Católica que el fascismo arraigó de la mano de una red de colegios regentados por religiosos católicos que no solo hicieron gestos a favor del fascismo, sino también trataron de elaborar una ideología fascista peruana basados en la inteligentzia y las capas medias profesionalizadas del Perú, así como también en la experiencia histórica. Fue un intento por ideologizar desde una perspectiva culta y de muy alto nivel el descontento en la juventud por las viejas clases dominantes (¿suena familiar?), llevándolos por un camino que no creía ni en el capitalismo depredador de las riquezas nacionales (¿suena familiar 2?) ni en el socialismo ateo, económicamente inviable y aniquilador del individuo (¿suena familiar 3 ?). Lamentablemente y debido a que careció de una tradición propia a la que acudir en busca de inspiración, el fascismo en el Perú nunca levantó vuelo a pesar de contar con el apoyo de la Iglesia Católica y la capas medias.
En un Perú que se debate entre los fuegos cruzados de un capitalismo depredador y excesivamente laxo y un socialismo fracasado, cabe preguntarse si una opción de camino medio entre los dos en la que prevalezca la realidad a los principios, la razón a los sentimientos y el orden al libertinaje pueda volver a ser una opción viable para el Perú.
El artículo que espanta a toda la caviarada...jajaja muy bien Oliver Stark.
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