viernes, 15 de octubre de 2010

Sacrificar la vida para que otros vivan es la convicción de los hombres de uniforme





J. GERMÁN PARRA H.
El 05 de octubre último, el Capitán EP Illich Montesinos Ortiz murió en un enfrentamiento con una columna de terroristas narcotraficantes en el campo de operaciones del VRAE. Este hecho heroico, que nos conmueve y que es uno más y que no será el último, me sugirió una reflexión tendiente a ilustrar a una parte de la opinión pública en el contexto político del país de la problemática militar-policial, actualmente en manos del Congreso de la República.

Como todos sabemos, el Congreso debe abordar el Proyecto de Ley del Presupuesto para el año fiscal 2011, que incluye propuestas del MEF extrañas a la Ley de Presupuesto e inconstitucionales como lo denunció el ilustre Colegio de Abogados de Lima; proposiciones que de no corregirse agravarían la situación de las FFAA y la PNP. El 06 de octubre, la inmensa alegría y celebración por la explosiva noticia del Premio Nobel de Literatura 2010 otorgado a nuestro compatriota Mario Vargas Llosa, me obligaron a postergar la oportunidad de la reflexión sobre la muerte heroica del Capitán EP Illich Montesinos Ortiz. “Morir por la Patria” es un viejo concepto que caracteriza a la profesión militar; su neologismo, en el Perú, es el término: ¡bolognesismo! El militar; lo interioriza, hasta convertirla en una convicción íntima que lo obliga a cumplir su deber, sobre todo sin límites. Según John Ruskin: “La dignidad de la carrera militar está, fundamentalmente, en el hecho que los militares están preparados para sacrificar su vida para que otros vivan”. Esta actitud, del personal militar como servidor del Estado, es diferente al servicio del personal civil. Esto explica el porqué los militares y policías se rigen por leyes especiales; situación que tienen que comprenderla los políticos y, sobre todo, los que son congresistas, para que no nos metan en un mismo saco.

Somos desiguales por la naturaleza de los roles desiguales, lo justo y lógico es que nos traten como tales. Los medios de comunicación informaron el seis de octubre que la patrulla de 18 hombres de la Brigada de Ingeniería Nro. 22 del Comando del VRAE, al mando del Capitán Illich Montesinos, que protegió el proceso electoral, al replegarse, chocó con una columna de terroristas narcotraficantes de aproximadamente 30 hombres en la Quebrada de Rondayacu a 4 Km al Nor Este del distrito de Monobamba, provincia de Jauja; escenario geográfico accidentado de difícil acceso a las comunicaciones y para el apoyo inmediato. El Capitán Montesinos, herido, siguió comandando y murió después. Fue muerto un terrorista narcotraficante y otro fue capturado, los demás huyeron abandonando un fusil AKM y granadas de mano. La población reclama ahora la presencia permanente de militares en la zona. El vacío permite la acción narcoterrorista impune. El cadáver del Capitán Illich Montesinos fue trasladado a Lima. Fue recibido con homenaje nunca suficiente y con la ausencia de algunos. Deja viuda y dos niños huérfanos. Murió por la Patria: “cuando la voluntad desafía al miedo, cuando el sentido del deber se impone a la corriente del destino, cuando el honor se mofa del humillante compromiso con la muerte, se llega al heroísmo” (Ingersol) ¡El heroísmo del Capitán Montesinos es el deslumbrante triunfo de su alma sobre la carne y sobre el miedo! ¿Qué hace que el militar se entregue sin límites al cumplimiento de sus misiones?, preguntó un político a un militar. Este contestó: primero, porque está muy bien preparado para hacer frente a los riesgos; segundo, está convencido que si cae herido, muerto o prisionero, el gobierno y el Ejército no lo abandonarán; y, tercero, si queda discapacitado o muere, tendrá atención permanente, una pensión digna y su familia no quedará abandonada a su suerte. ¡Que así sea! ¡Capitán nuestro, descansa en paz! ¿Cuántas preocupaciones acompañaron a tu sacrificio? ¡Ya viene el día, nos prometieron los políticos para el AF-2011! ¡Ojalá sea cierto!

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