ALBERTO MANSUETI
¿Sabe Ud. qué es mal llamado “Neo” liberalismo? De liberalismo verdadero tiene muy poco y nada. Comenzó con un libro: “IMF Conditionality” (1984), que explicaba las “condiciones” que el FMI impone a los gobiernos para sus préstamos. Su autor, el economista John Williamson, expuso el recetario que después redactó en 1989 y que resumía en diez “Recomendaciones de política”.
Y hubo consenso. ¿De quién? De los burócratas funcionarios del FMI, Banco Mundial y otras organizaciones interestatales y estatistas mundiales y regionales que parasitan en la capital de EE.UU. Algunos de sus preceptos eran buenos: los pocos que eran liberales de verdad. Otros eran regulares o al menos discutibles, porque podían interpretarse de distinta manera. Y otros eran antiliberales. Y puede enunciarse como un decálogo de diez mandamientos, comenzando cada uno con un verbo. Mire Ud:
1) Imponer disciplina fiscal. O sea: imponer equilibrio de gastos e ingresos de los gobiernos (¡bien!), pero sin aclarar mucho si era reduciendo gastos o aumentando ingresos. 2) Reducir las tasas marginales de impuestos para alentar el crecimiento de la economía privada y reducir la evasión fiscal, aumentando así la recaudación total. (Este punto aclara el anterior: nada de reducir gastos, ¿se entiende?). 3) Reorientar el gasto público hacia la atención médica básica, la educación primaria y la infraestructura. 4) Liberalizar las tasas de interés, flexibilizando los mercados financieros. 5) Mantener un tipo de cambio “competitivo”. Es decir: mantener depreciada la moneda nacional, presuntamente para alentar a los exportadores, ofreciéndoles una enorme bola de billetes criollos por cada dólar. 6) Eliminar restricciones no arancelarias al comercio exterior (¡bien!) y reducir poco a poco los aranceles hasta un arancel efectivo promedio de 10 a 20 por ciento. 7) Liberalizar el flujo de inversión extranjera directa. 8) Privatizar los monopolios estatales. 9) Eliminar las barreras a la entrada y salida de los mercados nacionales, incrementando los niveles de competencia. Esto es: reducir las trabas y enredos legales que por un lado impiden el ingreso de nuevas empresas a los mercados y, por otro lado, permiten la permanencia indefinida de empresas ineficientes que de otro modo tendrían que salir expulsadas por una mejor competencia. 10) Fortalecer los derechos de propiedad privada. Hasta aquí el famoso “Consenso de Washington”.
¿Es algo bueno? Más o menos. Algunos mandamientos sí, otros no. Y otros son discutibles, en sí mismos o en sus consecuencias e implicaciones: (1-2) Es buena la disciplina fiscal, pero recortando gastos, no aumentando ingresos. Para ello hay que reducir al Estado a sus funciones esenciales, que son seguridad, justicia y obras públicas. Pero eso NO querían los burócratas. (3) La jerarquización de las funciones estatales es imprescindible. Y la construcción y mantenimiento de obras públicas son funciones indiscutibles del Estado, después de la seguridad y la justicia. Pero no es claro que la docencia sea función del Estado y en todo caso la ayuda estatal a la educación de los pobres puede ser con cupones. (4-5) Es malo dar al Gobierno la facultad de manipular el tipo de interés, pero también es malo dar al Gobierno la facultad de manipular el tipo de cambio. (6-7 y 9) ¿Por qué no arancel cero? ¿Para qué aranceles? ¿Y por qué desregular los mercados nacionales y la inversión extranjera, pero no la inversión nacional, o la inversión repatriada? (8) Los monopolios son malos y por eso es bueno privatizar los monopolios estatales, pero no para que pasen a ser monopolios privados, sino para obligarles a competir. Además, ¿qué cosa es un monopolio? Monopolio no es una empresa de gran tamaño, ni una empresa que está solitaria en un mercado. Monopolio es una empresa que goza de privilegios especiales otorgados como especiales y exclusivos favores políticos por gobiernos y legislaturas en temas de impuestos, insumos, materias primas, aduanas, seguros, relaciones laborales o con los bancos, etc. Acabar con los monopolios, si de verdad se quiere, es fácil: basta con quitar los privilegios especiales existentes y abstenerse de otorgar otros nuevos. (10)
El fortalecimiento de los derechos de propiedad exige sistemas de registro de los títulos de propiedad debidamente certificados de manera pública, tal como insiste Hernando de Soto. Pero es mucho más que eso: es reformar el entero sistema de la justicia pública. Establecer registros de propiedad sin las demás reformas dirigidas principalmente a recortar la obesidad del Estado mediante privatizaciones y desreglamentaciones y concretarle a sus funciones esenciales -seguridad, justicia y obras públicas- significa una sola cosa: cobrar más impuestos para gastar más. Otra cosa: para ser liberales las reformas han de ser simultáneas. De lo contrario los gobiernos estatistas harán solo la parte que les conviene, de modo que les conviene y para lo que les conviene. Eso hicieron en los 90. Y eso es lo que hacen siempre.
1) Imponer disciplina fiscal. O sea: imponer equilibrio de gastos e ingresos de los gobiernos (¡bien!), pero sin aclarar mucho si era reduciendo gastos o aumentando ingresos. 2) Reducir las tasas marginales de impuestos para alentar el crecimiento de la economía privada y reducir la evasión fiscal, aumentando así la recaudación total. (Este punto aclara el anterior: nada de reducir gastos, ¿se entiende?). 3) Reorientar el gasto público hacia la atención médica básica, la educación primaria y la infraestructura. 4) Liberalizar las tasas de interés, flexibilizando los mercados financieros. 5) Mantener un tipo de cambio “competitivo”. Es decir: mantener depreciada la moneda nacional, presuntamente para alentar a los exportadores, ofreciéndoles una enorme bola de billetes criollos por cada dólar. 6) Eliminar restricciones no arancelarias al comercio exterior (¡bien!) y reducir poco a poco los aranceles hasta un arancel efectivo promedio de 10 a 20 por ciento. 7) Liberalizar el flujo de inversión extranjera directa. 8) Privatizar los monopolios estatales. 9) Eliminar las barreras a la entrada y salida de los mercados nacionales, incrementando los niveles de competencia. Esto es: reducir las trabas y enredos legales que por un lado impiden el ingreso de nuevas empresas a los mercados y, por otro lado, permiten la permanencia indefinida de empresas ineficientes que de otro modo tendrían que salir expulsadas por una mejor competencia. 10) Fortalecer los derechos de propiedad privada. Hasta aquí el famoso “Consenso de Washington”.
¿Es algo bueno? Más o menos. Algunos mandamientos sí, otros no. Y otros son discutibles, en sí mismos o en sus consecuencias e implicaciones: (1-2) Es buena la disciplina fiscal, pero recortando gastos, no aumentando ingresos. Para ello hay que reducir al Estado a sus funciones esenciales, que son seguridad, justicia y obras públicas. Pero eso NO querían los burócratas. (3) La jerarquización de las funciones estatales es imprescindible. Y la construcción y mantenimiento de obras públicas son funciones indiscutibles del Estado, después de la seguridad y la justicia. Pero no es claro que la docencia sea función del Estado y en todo caso la ayuda estatal a la educación de los pobres puede ser con cupones. (4-5) Es malo dar al Gobierno la facultad de manipular el tipo de interés, pero también es malo dar al Gobierno la facultad de manipular el tipo de cambio. (6-7 y 9) ¿Por qué no arancel cero? ¿Para qué aranceles? ¿Y por qué desregular los mercados nacionales y la inversión extranjera, pero no la inversión nacional, o la inversión repatriada? (8) Los monopolios son malos y por eso es bueno privatizar los monopolios estatales, pero no para que pasen a ser monopolios privados, sino para obligarles a competir. Además, ¿qué cosa es un monopolio? Monopolio no es una empresa de gran tamaño, ni una empresa que está solitaria en un mercado. Monopolio es una empresa que goza de privilegios especiales otorgados como especiales y exclusivos favores políticos por gobiernos y legislaturas en temas de impuestos, insumos, materias primas, aduanas, seguros, relaciones laborales o con los bancos, etc. Acabar con los monopolios, si de verdad se quiere, es fácil: basta con quitar los privilegios especiales existentes y abstenerse de otorgar otros nuevos. (10)
El fortalecimiento de los derechos de propiedad exige sistemas de registro de los títulos de propiedad debidamente certificados de manera pública, tal como insiste Hernando de Soto. Pero es mucho más que eso: es reformar el entero sistema de la justicia pública. Establecer registros de propiedad sin las demás reformas dirigidas principalmente a recortar la obesidad del Estado mediante privatizaciones y desreglamentaciones y concretarle a sus funciones esenciales -seguridad, justicia y obras públicas- significa una sola cosa: cobrar más impuestos para gastar más. Otra cosa: para ser liberales las reformas han de ser simultáneas. De lo contrario los gobiernos estatistas harán solo la parte que les conviene, de modo que les conviene y para lo que les conviene. Eso hicieron en los 90. Y eso es lo que hacen siempre.
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