viernes, 14 de enero de 2011

Batalla de Miraflores y el héroe Manuel Bonilla. 15 de enero de 1881
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Monumento al héroe Manuel Bonilla, MIraflores


Transmisión en directo desde el Parque Reducto


El 15 de enero se conmemora la batalla de Miraflores, ocurrida en 1881, que es ejemplo del valor de la burguesía limeña, la cual, pese a no tener preparación militar, peleó hasta las últimas consecuencias contra la rapiña chilena, cuyo ejército había premeditado la guerra de latrocinio décadas antes.

Como se sabe, el Perú tenía una organización militar débil, que en parte se debió a la falta de visión de los políticos de la época que tenían el poder de decisión para preparación y adquisición de armamento, quienes cometieron la torpeza de creer que Chile es país hermano y que nunca atacaría. Su imbecilidad la pagamos todos los peruanos. Chile nunca fue ni será país hermano, sólo buscó, busca y buscará parasitar lo que el Perú posee.

Tras la caída de la línea de San Juan, donde nuestro Ejército tuvo considerables bajas, el gobierno mandó a preparar la segunda línea de la defensa en el distrito de Miraflores.

Hasta los reductos llegaron militares y civiles para enfrentar al enemigo invasor a pesar de conocer la ventaja numérica y logística que tenía el ejército chileno. Fue en esos momentos donde se acentúo con mayor coraje nuestra dignidad nacional.

Por ello abogados, médicos, artesanos, ingenieros, alumnos de San Marcos, bomberos, vecinos de Miraflores e inclusive niños como el héroe Manuel Bonilla, lucharon gallardamente hasta empuñar la última bayoneta.

Manuel Fernando Bonilla, héroe de la batalla de Miraflores. Los peruanos derrotados en la primera línea de defensa de la capital, en San Juan, se prepararon para contener a los invasores en la segunda línea de Miraflores.
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Foto: "La Guerra de nuestra memoria"
Allí, en el reducto número 3, integrando el batallón número 6, Bonilla, en calidad de proveedor de municiones, al ver que su jefe Coronel Narciso de la Colina "se subió sobre el parapeto de su reducto para animar a sus soldados... abrió sus brazos y cayó para no levantarse", en ese preciso momento corrió sin vacilar para tomar el fusil y seguir atacando, con valor y audacia.

Lamentablemente fue herido. Sin embargo, aunque sangrando, redobló su valentía para arremeter con heroísmo, hasta que la explosión de una granada destrozó completamente su cuerpo.

Nació en el Callao en 1868. Cuando estudiaba en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe estalló la guerra con Chile, y los invasores después de haber vencido en la campaña del sur, avanzaban incontenibles sobre Lima.

Contagiado por el ejemplo de sus mayores, de los profesores y alumnos guadalupanos, solicitó su inclusión en la reserva. Aunque al principio se resistieron a aceptarlo, fue uno de los 280 combatientes del reducto número 3 ubicado en la chacra "La Palma!", cuando recién tenía 13 años de edad.


Transmisión en directo desde el Parque Reducto.



Fecha El viernes 14 de enero de 2011
Hora 10:00 horas
Lugar Parque Reducto

Ver ingresando a:

http://www.miraflores.gob.pe/index.asp



Sobre esta gesta, es interesante este artículo de Aldo Mariátegui:

¡Gloria a Miraflores!

Aldo Mariátegui, Correo, enero 2010

En estos días celebramos un aniversario más de la Batalla de Miraflores, de las pocas terrestres que vale la pena recordar de esa infausta guerra, junto a la épica Arica, el pírrico triunfo deTarapacá y la injusta derrota de Huamachuco.

En el Perú se suele denigrar todo lo que suene a burguesía y clase media republicana del siglo XIX, a todo lo “blanco limeño”, seguramente a causa de los ácidos escritos de González Prada, las caricaturizaciones de Segura y Pardo y Aliaga o las jeremiadas de Basadre, leyenda negra reforzada por historiadores rojos como Pablo Macera, Heraclio Bonilla o Nelson Manrique.

Pero en Miraflores fue ese sector (enrolado en la Reserva) el que se batió como un león junto con los restos del ejército de línea, y que casi derrota a los chilenos, quienes sufrieron su más alto número de bajas (más de dos mil, el 25% de sus combatientes en esa jornada) de todos los enfrentamientos de la guerra.

Allí el estereotipo del limeñito frívolo, blando e irresponsable quedó por los suelos, pues lo que sobraron fueron cojones. Allí no hubo esas vergonzosas deserciones masivas de la previa San Juan o el desorden infantil del Alto de la Alianza, Los Ángeles o San Francisco. Allí tuvimos niños héroes (13 años) como Manuel Bonilla. Allí cayeron los dos hijos adolescentes de Bolognesi y el joven vástago del diplomático Lavalle que casi evitó la guerra. Si la ignorancia no fuese pasto en nuestro país, muchos sabrían que muchos apellidos de calles (Ribeyro, Ugarriza, De la Colina, Tenaud, Casimiro Ulloa, Montero Rosas, De los Heros, De la Jara, Cavenecia, Badani, Chariarse, Terán, Lund, Vivanco, Amézaga, Dañino, Barrón, Torres Paz, Manuel Díaz, Seguín, Arrieta, Valle Riestra, Arias Aragüez, Lembcke, Delhorme) corresponden a civiles que murieron defendiendo desesperadamente a su pequeña ciudad-balneario: comerciantes, jueces, abogados, profesores, colegiales, universitarios, artesanos, viejos, jóvenes, niños… También varios hijos de la colonia italiana ofrendaron sus vidas por su adoptivo Perú.

Lo curioso es que la batalla comenzó por error, pues se había establecido una tregua hasta la medianoche y Piérola se hallaba en negociaciones -dicen que a punto de firmar la rendición, abrumado por la debacle de San Juan- a las dos de la tarde con el cuerpo diplomático en la hacienda Schell cuando unos peruanos abrieron fuego sobre el general chileno Baquedano al verlo hacer un reconocimiento cercano, lo que desató una inesperada lucha generalizada. Los chilenos avanzaron, mientras que el capturado Huáscar y el blindado Cochrane bombardeaban a la ahora bien llamada “Ciudad Heroica” de Miraflores.
La defensa peruana se basaba en siete reductos, ubicados desde casi el acantilado hasta Monterrico, por donde ahora discurren las avenidas Benavides y Primavera. Sólo pelearon cuatro de ellos: 5,500 peruanos contra 8,000 chilenos. Y sólo el sector derecho nacional llevó sobre sí el peso de la batalla.

A las cuatro de la tarde parecía que la victoria era de los miraflorinos y los chilenos ya se planteaban la retirada a Chorrillos. Pero el ala izquierda peruana -que debió bajar desde Surco y Ate- abandonó a los que combatían y la escasez de hombres y municiones decidió la suerte a favor de los sureños. Todo finalizó a las seis de la tarde con 3,000 bajas locales.

Como bien escribió el testigo Casimiro Ulloa: “De toda la Reserva (estos civiles enrolados en el heroico Batallón 6) no había peleado sino una división y sin embargo había contenido al enemigo durante más de una hora ella sola. De 8 mil hombres no habían peleado más de 1,500. Once batallones (el ala izquierda) no habían hecho un tiro”.

¡Viva Miraflores, carajo!

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